top of page

BÚSQUEDA POR TAGS: 

POSTS RECIENTES: 

SÍGUEME:

  • Facebook Clean Grey
  • Twitter Clean Grey
  • Instagram Clean Grey

ENFERMO

  • María Antonia Peláez
  • 18 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

Ilustración de Adrian Camilo Aristizabal.

Mi mejor amigo era un adolescente rebelde, sus padres lo echaron de casa a los 18, por lo que le tocó abandonar sus estudios y empezar a trabajar para pagar su manutención. Tenía bastantes trabajos, me acuerdo qué hacía domicilios, fue mesero, cocinero, y atendió en una tienda de ropa. A pesar de siempre estar lleno de deudas y tener poco dinero disponible para él mismo, cada vez que se sentía solo me invitaba a unas cervezas y me obligaba a dejarlo pagar para sentirse como un buen amigo. Además, le gustaban mucho las fiestas y en general salir con sus amigos, siempre fue un loquillo.


Hace unos 50 años empezó a surgir un brote en China. Creo que se llamaba tiara virus, o diadema virus, o coronavirus. No me acuerdo muy bien sinceramente. Debido a su alta expansión en todo el mundo, mi país entró en cuarentena. No podíamos salir de nuestras casas a menos que fuera para mercar, ir a bancos o emergencias. Él podía seguir trabajando porque los domicilios estaban permitidos, pero perdió todos sus otros trabajos. Aunque estuviera ocupado laborando, él era irresponsable, todavía me invitaba a tomar en cuarentena y yo accedía, nos reuníamos en mi casa con nuestros amigos y violábamos todas las posibles reglas de cuarentena. No nos lavábamos las manos ni nos poníamos tapabocas. Éramos muy jóvenes, obviamente pensábamos que no nos íbamos a enfermar con el virus.


Al año de estar en cuarentena, él se enfermó, tenía todos los síntomas oficiales. Me decía que estaba estresado, sentía que se iba a morir y tenía miedo de informarle a las autoridades porque pensaba que iban a mostrar su cara en las noticias y todos nuestros amigos empezaran a tenerle miedo. No necesitaba preocuparse por su trabajo, porque para este momento ya no se permitían los domicilios. Asimismo, vivía en una zona muy pobre, entonces le llevaban mercado cada 15 días. Por mi parte, quería ir a su casa y acompañarlo, pero tenía miedo de él, entonces le hablaba todos los días para que no se sintiera solo. Nos reíamos, veíamos películas, hablábamos por horas, bebíamos y brindábamos a través de la pantalla, todo era casi como antes.


Su salud física y mental estaba en perfecto estado gracias a mis cuidados y recomendaciones, o eso pensaba yo. Después de un tiempo, en las video llamadas se quedaba mirando a la nada, le daban tics, su tono de voz sonaba debilitado, y los ojos que me observaban no eran los mismos. Me di cuenta de que su salud mental estaba mal cuando una noche empezó a llorar a cantaros, a gritarme y a pegarle a las paredes. Me gritaba que quería salir de su casa, que quería ver el verde del pasto y el azul del cielo, que quería verme en persona y que las cervezas no saben igual por video llamada. Me dolía verlo así, una personalidad tan cálida convertida en gritos y llanto debido a una maldita cuarentena.


Antes de colgarme sin aviso, me dijo que era la persona más importante para él, que nunca me olvidaría, que era un buen hombre y que por favor siguiera las medidas de prevención. Cuando me colgó no vacilé en ponerme una camisa y salir en mi carro a su casa. Entré con las llaves de respaldo que me dio hace mucho tiempo, y lo vi, acostado de lado, su muñeca rasgada con las tijeras tiradas delante de él, y la expresión más pacifica que he visto en su cara. En su pantalla estaba mi nombre, su único contacto, y al lado una foto de nosotros juntos. Debajo del escritorio había incontables latas de cerveza. Me arrodillé ante él, quería abrazarlo y lo hice, pero no sentía el calor que alguna vez sentí al poner mis brazos en su espalda. Su sangre manchó toda mi camisa, y mis lágrimas mojaron la suya. Quería brindar con él una última vez, ver sus cálidos ojos y sus mejillas rojas mientras me daba una palmada en la espalda y me decía cuanto me quería. Él en realidad fue un cobarde en no decirle a las autoridades, ¿por qué puso a sus amigos primero?


Los pensamientos empezaron a golpearme. Sentía que todo era mi culpa, incumplimos las medidas de prevención, accedí a todas sus invitaciones de tomar. Sin embargo, no lo puedo culpar a él, ya que tendía a sentirse solo sin mí. Nos reuníamos en mi casa, yo pude haber dicho que no a eso. Mientras lo miraba, me echaba toda la culpa encima; sentía que su muerte era mi culpa. Si tan solo hubiera sido un poco más responsable, no estaría manchado del profundo rojo de la sangre. Si tan solo todo el mundo hubiera evitado ser como yo, si tan solo todos hubiéramos seguido las indicaciones, la cuarentena no se hubiera extendido tanto y él estaría vivo. Para ser sinceros, quería irme con él, esas tijeras me tentaban y una vida sin este hombre era tortura. Sin embargo, tengo que pagar por mis pecados.


Y así lo hice, ahora tengo 70 años y la cuarentena no ha acabado, pero yo por fin acabé mi tiempo en este miserable y estúpido mundo. Después del incidente, caí en una fuerte depresión bastante tiempo. Un día de estos sentí que me hablaba, sentía que me decía que los salvara a todos, me reí, pensando en cómo siempre pone a los demás primero que él. Entonces me dediqué a trabajar como fuera para identificar de la manera más rápida a los contagiados, especialmente aquellos que no querían reportar. Hice campañas para promover el reporte de los enfermos a las autoridades, dando mi experiencia como ejemplo. Ahora, querido amigo, yo también me contagié, y claramente no lo voy a reportar. Te extraño, te extraño mucho y mi tiempo en este mundo tiene que acabar. Gracias por guiarme a intentar dar mi granito de arena para salvar el mundo, siempre serás el mejor, crack.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2020 por ALEJANDRA DIAZ Y DANIEL NESSIM 

 Creado con Wix.com

bottom of page