ATRAPADO EN UN SUEÑO
- Víctor Hugo Sacristán
- 28 nov 2020
- 8 Min. de lectura
Parte 1: El comienzo de todo
Eran las dos de la mañana, estaba extremadamente cansado y ya no podía ni siquiera mantener mis ojos abiertos. Solté mi tarea de matemáticas en la que tanto había trabajado y me fui a la cama. Busqué la posición más cómoda y una vez la conseguí, me dormí casi al instante.

Por un rato solo había negro, no había nada, o al menos no me acuerdo, pero de la nada un brillo salió de la oscuridad. Estaba en un lugar que se me hacía familiar, pero nunca había estado ahí, era muy extraño. Me levanté del suelo y me encontraba en una casa parecida a la mía, pero no igual. Empecé a preguntarme si acaso había sido secuestrado, pero, aun así, me sentía tranquilo y relajado. De repente, la vecina salió de una puerta y me ofreció una torta, cosa que se me hacía muy rara porque siempre era una señora gruñona conmigo. Ella me sirvió la torta y yo me senté en una mesa y la inspeccioné con mucho detalle para verificar que no estuviera envenenada o algo parecido, pero al final era solo una torta común. La probé y no sabía a nada, pero me encantó y la devoré en un par de segundos. Al terminarla me sentía lleno y cerré un momento mis ojos para demostrar mi satisfacción con la vecina y cuando los volví a abrir… ¡Sorpresa! Otro pastel exactamente igual al otro había aparecido en mi plato. Le pregunté a la vecina como rayos había aparecido de nuevo en mi plato, pero no me respondió. Me levanté de la mesa y ella no tuvo la más mínima reacción. Le volví a preguntar lo mismo, pero ella siguió lavando los platos como si yo no existiera. Volví a la mesa y comí un pedazo de la torta de nuevo, apenas lo arranqué, el pastel se regeneró como si no hubiera sucedido nada. Estaba increíblemente feliz por tener una torta infinita, pero luego me pregunté, ¿dónde iba a cargarla?
En ese momento deseaba con muchas ganas una maleta que pudiera almacenar cosas infinitamente sin dañarlas y sin que la maleta pesara más, y para mi sorpresa, una maleta había aparecido en mi espalda, no sé ni cuando, ni como, pero lo hizo, así me di cuenta, estaba en un sueño.

Capítulo 2: Un mundo sensacional
Coloqué mi torta infinita en mi mochila y salí de aquella extraña casa, no podía ver nada, pues había mucho sol. Con mi nuevo conocimiento de que estaba en un sueño, pensé muy fuerte: el día no está tan soleado, y así fue, el mundo en el que estaba ya estaba gris, lleno de nubes cargadas con truenos y lluvia. El lugar era totalmente plano y lo único que había era la casa de antes y pasto azul, mucho pasto azul. Pensé que el lugar estaba muy vacío y que era perfecto para construir un pueblito, y justo cuando pensé en eso, una ciudad se materializó ante mis ojos. Tenía un poco del pasado, un poco de lo desconocido y un poco de lo que creo que era el futuro. Había carruajes halados por caballos y a la vez, unos autos que levitaban y no votaban gases.

Era sin duda un mundo sensacional. En ese momento no quería dejar aquel lugar jamás, pero, justo cuando más lo estaba disfrutando, la alarma que había programado la noche anterior sonó… era hora de estudiar…¡Qué locha!
Me levanté, comí mi desayuno, me bañé y me recogió el bus del colegio. No paraba de pensar en aquel sueño, pues fue muy divertido y lo quería repetir así que hice algo inteligente, en mi recreo, fui a la biblioteca y empecé a investigar los sueños. Ahí entendí que los sueños normalmente son imaginados debido a un evento que haya caracterizado tu día y así lo único que me puse a pensar fue en aquel sueño, de hecho, hasta en clases solo pensaba en eso y cuando el maestro me preguntó: ¿Cuánto es entonces la suma de ambas ecuaciones?, respondí, XY menos 2 multiplicado por sueño, todos mis compañeros se rieron y el profe me regañó pensando que tenía ganas de dormir y recochar en clase.

Capítulo 3: Soñador
Al llegar a mi casa, comer, ver tele y leer un rato, me fui a dormir. Organicé mi cama y me acosté con el pensamiento de mi anterior sueño. Intenté recordar con tantas ganas ese sueño que me dio dolor de cabeza, pero, eso no me iba a frenar. Yo quería con muchas ansias soñar eso de nuevo y no me iba a rendir.
Después…no me acuerdo que pasó …creo que me dormí (perdón 😊), y después, de ese negro que se ve cuando estas dormido, salieron unos colores. ¡Estaba de vuelta en aquel sueño!
La ciudad había vuelto a aparecer y estaba emocionado por explorarla. Corrí por todas las calles, brincando de alegría. Me acordé de mi mochila del infinito y justo, aquel objeto apareció en mi espalda y el pastel del infinito también estaba ahí. No había nada que me pudiera entristecer en aquel momento, al menos hasta que me encontré una tienda de donas, pero no tenía dinero.
Así es, era mi propio sueño, pero no tenía dinero. Suponiendo que no iba a suceder nada, entré, cogí una dona y me la comí. Cuando me iba a ir de esa tienda, la señorita de la caja registradora me gritó:
- ¡No puede irse sin pagar, señor!
A lo que le contesté: -Pero no tengo dinero.
- ¡No se puede ir sin pagar!, ¿qué clase de persona entra a una tienda, roba comida y después avisa que no tiene dinero?- me respondió agresivamente.
- Mira, no te quieres meter conmigo, soy pequeño, pero puedo generar lo que sea de la nada- le respondí.
- Solo el soñador puede hacer eso-, me dijo.
En mi mente, me imaginé un lingote de oro, pulido, brillante y muy costoso. Aquel lingote apareció en mis manos y se lo di a la señora.
- ¡Discúlpeme soñador, no sabía que era usted! - me respondió con un tono tembloroso.
Le di el lingote y le dije que guardara el cambio. Me fui de aquella tienda y ahora sabía que estas personas me llamaban ‘Soñador’, como si fuera un dios o algo así. La noticia de que había estado en una tienda se había esparcido por toda la ciudad. Los ciudadanos me veían con unas caras de exagerada de impresión. Satisfecho con lo que había soñado, decidí construir mi propia mansión, la cual se formó sola a los segundos y después, me acosté en una cama. Intenté dormir, pero sentía que ya estaba durmiendo. Lo único que podía hacer, era esperar a que despertara.

Capítulo 4: ¡Despierta ya!
Finalmente, terminé durmiéndome en el sueño. Todo era oscuro, no veía nada y después, abro mis ojos y me doy cuenta que estoy en mi habitación. Me sentía muy feliz, había conseguido soñar aquello que tanto quería.
Me levanté y me puse las chanclas. Mi estomago rugió y tenía mucha hambre. Ya iba a salir del cuatro cuando…mi desayuno aparece en mis manos, unos panqueques con mermelada (yummy). ¿Estaba soñando e un sueño? O ¿quizá estaba en la vida real pero conservaba mis poderes? No lo sé. Estaba muy confundido. En ese momento, me acordé en que mi pastel infinito no tenía sabor, ya que era de un sueño así que probé los panqueques y si tenían sabor, uno delicioso de hecho.
Pero, ¿cómo podía saborear la comida y controlar la realidad a la vez?
Me volví a acostar en mi cama, cerré mis ojos y eventualmente…¿me dormí?...Y adivina que, volví al sueño anterior. Ya no sabía que hacer, ¿ que tal si me quedaba atrapado para siempre?, ¿qué tal si me había pasado algo y había quedado en coma?, ¿qué tal si había muerto?
Capítulo 5: una nueva vida
Bueno, me había quedado atrapado en un sueño, ¿qué podía hacer?. Decidí acomodarme a esta nueva vida.
Me puse en búsqueda del lugar más cómodo posible en el universo (de aquel sueño, claro). Me puse a pensar, y para mí, el lugar más calmado del universo, es donde ni siquiera se escuchan los gritos del señor que vende mazamorra: el espacio.
Creé una cupula que cubría una casa moderna, enorme, con dispensadores de jugos, gaseosas y mucha, mucha comida.
Fui a mi nuevo cuarto y por supuesto, hice lo que mi madre nunca me dejaría hacer, jugar por horas.
Con el tiempo, me acostumbré a ese mundo, ahí podía tenerlo todo y podía hacer lo que quisiera. En ese momento me olvidé por completo de mi vida real…y de mi familia. Mi familia, que tanto me quería, ni me llegaba al pensamiento, se me habían olvidado por completo. Todo iba bien hasta que me acosté, sin un besito ni un cuento de buenas noches. En ese momento, me sentí muy mal y muy triste y me pregunté cuando podría volver a la realidad.
Pasaron días, y nada que volvía a la realidad.
Capítulo 6: En busca del despertar

Triste y solo, me puse a pensar, ¿cómo era posible que tuviera tanto poder?, ¿acaso soy un dios? Y me puse a indagar sobre eso en mi laptop gamer y me tomé un cafecito. Encontré muchas cosas interesantes, como por ejemplo:
1. Desperté de una simulación: El mundo era una simulación, y yo, de alguna manera, escapé de ese mundo falso y había despertado mis poderes.
2. El huevo: Todos en la tierra han sido yo mismo, he reencarnado billones de veces en distintos tiempos, he sido quien ha cambiado el mundo, cuando hago algo bien para todos, me hago bien a mi, cuando hacía mal al planeta, me hacía daño a mí mismo. Así hasta el fin del ser humano y finalmente había abandonado el huevo, y podía crear mi universo, como un Dios.
3. ¿Matrix?: creo que tu puedes definir este.
Así que si había un Dios en aquel universo en el que estaba, significaba que iba a ir a preguntarle algunas cosas, así que deseé conocer a Dios, pero no funcionó. Lo intenté muchas veces, pero, no sirvió. En el trigecimo cuarto intento, un papel apareció frente a mí. Decía “Hola hijo, he sentido tu energía muy potente los últimos días. Si me deseas ver, camina ciento cincuenta mil años luz lejos de la tierra y ahí estaré.”.
Capítulo 7: ¿Papá?

“Hola hijo” decía el pedazo de papel. De aquella información pude sacar muchas pistas, pero, si yo soy su hijo, ¿le estoy hablando a Dios?
Cogí mi mochila del infinito y me fui a buscar a mi “papá”.
Pero, ¿Cómo podía caminar ciento cincuenta mil años luz lejos de la tierra?
Creé una copia de una nave de Star Wars, me subí y me puse a hundir botones a la de tín marín. La nave explotó. Lo intenté de nuevo, esta vez imaginándome un panel de botones más simple y me alejé lo que decían las instrucciones, después, en las estrellas se formaron una letras que decían “Dije caminando”. Entonces me devolví, creé una poción de velocidad y me volví flash. Me puse un traje de astronauta y el poder de caminar en la nada y me fui caminando a alta velocidad ciento cincuenta mil años luz lejos de la tierra buscando a mi papá.
Capítulo 8: ¡Ouch, mis pies!

Entonces caminé…y caminé…y caminé…y por supuesto…caminé.
Vi cientos de estrellas y varios planetas. Alcancé a ver unos 4 o 5 hoyos negros. Incluso alcancé a ver una supernova, pero eso no era lo que buscaba. A quien buscaba era a mi padre, Dios.
Caminé cincuenta mil años luz lejos de la tierra y ahí me encontré con mi padre. Su forma era incomprensible pero al menos pude entender que me dijo “Hola hijo, por fin llegaste”.
Yo estaba muy confundido. “Entonces, ¿tu eres Dios? Le pregunté.
“Sí”, me respondió. “Soy un ser que tu aún no entiendes del todo, porque vengo de una dimensión distinta a la tuya. Una mucho más compleja donde la física funciona muy distinto a lo que tu conoces.”
No tenía palabras. Estaba asombrado con el ser que estaba frente a mis ojos.
“Algún día, llegarás a ser como yo. He notado que ya empezaste a usar tus poderes, a liberar tu alma de tu cuerpo, pero, aún no estas listo. Tendrás que repetir esto al menos 27 veces más. Pero tranquilo, no te frustrarás, porque esto lo olvidarás.
Tú, hijo mío, utilizas tus poderes todas las noches, solo que cuando pasa cierto tiempo, regresas a tu cuerpo y olvidas todo o asumes que simplemente fue un sueño.
Pero calma, que aún tienes muchas vidas para lograrlo. Adiós hijo”
Capítulo 9 : ¿?
Después de aquello que me dijo, instantáneamente, desperté. Todo fue un sueño, nada fue real.
Ya no me acordaba de nada…y supuse que era un sueño. Todo volvió a la normalidad. Una vida simple y sencilla… Después de varios años y reencarnaciones, pude desatar al cien por ciento mi poder… y ahora soy como mi padre… Dios.







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