FINAL DEL TRAYECTO

Ilustración de Maia González

Estación del tren, 2:30 de la mañana, nunca había estado ahí tan temprano o tan tarde… Tenía afán, debía llegar a tiempo, llegar a mi destino. Me subí al tren, no había ni un alma, solo yo. Pasé una hora en el tren viendo solo oscuridad por las ventanas, ya eran las 3:30 y no acababa la tortura. Finalmente comenzó a disminuir la velocidad y se detuvo en una estación. Esta también estaba desierta, pero todas las paredes eran blancas. Me empecé a sentir extraño, mi visión se comenzó a nublar y perdía la fuerza. En ese momento escuché una voz por el intercomunicador, no parecía normal, sonaba grave y entrecortada: “Próxim p rada, últ ma p rada, próx ma p rada, fin l del tray cto.” Inmediatamente sentí un escalofrío bajar por toda mi columna vertebral. Prácticamente salté del asiento hacia las puertas al ver que estas ya cerraban. Al salir sentí un alivio inmenso.

En ese momento desperté, llevaba 4 días en coma debido a que en el tren que iba de camino a casa hubo una falla en el sistema, lo que creó una explosión pequeña, pero mortal, porque hubo una sobreexposición de monóxido de carbono. Debido a esto no llegó oxígeno a mi cuerpo por un tiempo. Los médicos dijeron que tuve mucha suerte en sobrevivir y que en el accidente hubo 23 muertos por la toxicidad de la sustancia. Resulta que durante el coma había estado en esa delgada línea entre la vida y la muerte. Le contaba a mi amigo sobre mi “sueño”, sentía que se me hacía un nudo en la garganta, él me dijo que estaba pálido y preguntó por qué me inquietaba tanto tal sueño y se lo dije: ¿Y si no me hubiera bajado en esa estación del tren? ¿Qué hubiera pasado si me hubiera quedado hasta el final del trayecto?”.