NI UNA SOLA PALABRA
- Melissa Ramírez
- 18 may 2020
- 2 Min. de lectura

Ilustración de María José Gallego
Sus miradas se cruzaron, ni se molestaron en compartir una sonrisa y siguieron su camino en direcciones opuestas. No era la primera vez que se encontraban ni iba a ser la última, vivían cerca de la misma tienda y casi siempre se encontraban cuando Jonathan iba a comprar a la tienda y Corina salía de visitar a su hermana en el trabajo. No sabían nada el uno del otro, sin importar que se encontraran cada martes y sábado sin falta. Era tanto así que se les hacía inusual no encontrarse y puede que en su momento se preguntaran que habría sido del otro, pero ese pensamiento solo duraba unos 10 segundos antes de que su mente encontrara algo más interesante.
Era parte de la rutina verse las caras, pero de ahí a tratar de conocerse y por lo menos aprenderse el nombre del otro, no había caso. Corina no le veía sentido, el tipo ni le llamaba la atención y por más que legalmente los negros se consideraran personas, no dejarían de ser a los ojos de los blancos, algo diferente, ni más ni menos, pero algo diferente. “No se mezclan peras con manzanas”, solía decir la madre de Corina y era por eso que había decidido mantener su distancia.
Desde el punto de vista de Jonathan, prestarse a conocer a la chica negra de rizos definidos, le parecía una pérdida de tiempo, lo único que se iba a ganar sería miradas de desaprobación que lo juzgaban en secreto.
Era como si los dos supieran que ambos tenían sus razones para no darse una oportunidad y silenciosamente hubieran hecho un pacto de no saludos, sin sonrisas y ni una sola palabra. Sin embargo, Corina tuvo que romper inconscientemente aquel trato silencioso que los dos tenían. Ella venía de visitar a su hermana en la tienda y buscar algunas cosas que estaban faltando en su casa, lo importante era que justo cuando llegó a la tienda, su hermana le informó que le había conseguido un trabajo para ella, alegrándole el día por completo. Tanto así, que cuando se encontró con Jonathan, le sonrió.
Jonathan, que fue sorprendido por aquel acto que rompía su pacto, no encontró otro respaldo más que sonreír también, compartieron una sonrisa dulce que nunca se imaginaron en el rostro del otro y siguieron sus caminos sin saber que esa sería su primera y última sonrisa compartida.
Corina ya no visitaba a su hermana por todo el trabajo que tenía y Jonathan no la volvió a ver, no le importó, pero sin saberlo, conoció al amor de su vida y no compartieron ni una sola palabra, pero, ¿quién se enamoraría de una mujer negra?
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Cuento ganador del Tercer lugar en la Categoría B del II Concurso de cuento del Gimnasio la Colina.
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