¿DÓNDE ESTABAS?

Ilustración de María Antonia Peláez

Este psicólogo tenía buena pinta aunque parecía sin experiencia, y mi caso necesitaba experiencia, igual quería ver cómo le iba conmigo.

- Entonces te decía, mi madre es algo histérica, cuesta mucho hablar calmadamente con ella - le conté.

- ¿Pero lo has intentado? - me preguntó.

-Pues claro, y todas las veces me ha mandado a callar, o me empuja y me encierra en mi cuarto…

-Entonces te va a tocar descubrir que le pasó a tu papá por ti sola. –Me respondió.

- ¿Por mí sola? Mi papá está muerto, ¿Cómo quiere que descubra que le pasó?

-Pues hasta allí llego yo -me dijo-, que tenga un feliz día, señorita, ya se puede ir.

Harta gracia, no me ayudó para nada. Me devolví sola a casa, y cuando llegué, mi madre estaba sentada mirando fijamente unas flores que había en la mesa. Ni me saludó, así que fui directo a mi cuarto. ¿Qué iba a hacer? Estaba sola con mi mamá, no tengo a nadie más en mi vida, ya que ella renunció a pagarme la matricula del colegio.

Después del presunto asesinato de mi padre ya nada volvió a ser igual. Su cuerpo nunca fue encontrado, pudo haber sido secuestrado o enterrado o cualquier cosa, pero nunca nadie lo descubriría. Hace dos días que había comenzado a soñar con él, y en los sueños, mamá ya no parecía tan loca, pero se preocupaba por cada cosa que hacía mi papá, no lo dejaba acercarse a mí. ¿Por qué?

Esta noche el sueño parecía aún más real, mi mamá se veía normal, pero era mi papá el que desconcertaba, se veía determinado a hacer algo. Era de noche, yo dormía plácidamente, pero unos gritos me despertaron, me asusté, pero volví a dormir.

Cuando desperté en el sueño, ya no estaba papá.

Cuando desperté del sueño, vi que mamá seguía sentada mirando las flores, como si no se hubiera movido.

- ¿Que le pasó a mi papá? – le pregunté por octava vez en la semana.

- ¿Es que no te das cuenta? –me preguntó– Él era una muy mala persona, nunca estuvo conforme contigo, siempre te odió, le parecías repugnante. Una mala noche lo vi entrando con un cuchillo a tu cuarto, así que yo cogí otro y lo amenacé por detrás. Me cortó en la frente mientras corría a matarte, orando para que no te despertaras. Yo estaba en la puerta, así que lancé el cuchillo, dándole directo en lo que habría sido un riñón. Eso fue suficiente para matarlo. Enterré su cuerpo en el jardín. Nadie sospecharía nada.

Demoré en entender, al parecer me amaba. Fue ella quien lo mató, por mí.

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Cuento ganador del Segundo lugar en la Categoría B, del II Concurso de cuento del Gimnasio la Colina.