QUIENES VIVEN EN LAS PAREDES
- Pablo Gallego
- 22 may 2020
- 2 Min. de lectura

Ilustración de Mariantonia Quintero
Yo los escucho, cada día un ruido diferente, una nueva dimensión de terror al buscarlos y no encontrar nada. Me ha pasado. Hace unos días estaba duchándome, por alguna razón reinaba el silencio en el cuarto hasta que escuché y me quité el jabón de la cara lleno de terror, pero una vez más no vi nada. Salí de la ducha y fui al cuarto de al lado buscando la fuente del sonido, crucé la puerta lentamente y cuando entré al cuarto quedé sorprendido, no había nada. Pasé días buscándolos en cada habitación y escuchando los diferentes sonidos provenientes de las paredes de mi casa.
Antes de dormir, en una de mis muchas noches de insomnio, los volví a escuchar. Esta vez escuché algo crujir como si se hubiese roto una rama dentro de las paredes. Me paré de golpe, empecé a buscar de manera frenética por toda la habitación, abrí el armario, sus cajones, saqué la ropa, miré debajo de mi almohada, solo faltaba un lugar, debajo de mí cama. Me agaché lentamente esperando encontrar la más repugnante de las criaturas, un ente preparado para quitarme la cara y dejarme morir. Pero no me digné a mirar, volví a la cama, me acosté y no dormí pensando en el terror debajo de mi colchón.
Empecé a pensar en fantasmas y todo tipo de criaturas fantásticas: todos mis terrores nocturnos de años pasados, desde duendes, gremlins, gnomos hasta las hadas de los dientes; pensé en cada criatura que me ha atormentado. Me preparé para una lucha a muerte con cada uno de ellos, traje una linterna y aproveché las obras en mi casa para llevarme la pala. Dejé las persianas abiertas para usar la luz a mi favor, tenía todo preparado, solo faltaba que los volviera a escuchar.
En otra noche de insomnio lo escuché, pero esta vez estaba listo, tomé la pala y linterna, me agaché lentamente, al asomarme, no vi nada. Moví unas cajas y vi un hueco en la pared. Sabía que era la fuente del mal, me acerqué un poco más y vi a un pequeño ratón desangrándose en el suelo, con marcas de una dentadura en su torso, un líquido negro y espeso saliendo de sus heridas y una pluma negra a su lado. Me quedé petrificado, tenía razón y eso era aún peor.
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Cuento ganador del Primer lugar en la Categoría C, en el II Concurso de cuento del Gimnasio la Colina.
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