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UN OCÉANO DE POEMAS

  • Alejandra Órtiz
  • 29 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

Ilustración de Mariana Molina.

Esa noche fue muy tranquila, de lejos se podían ver las luces de mi casa y las sombras de mis padres en la mesa. Yo estaba sentada en la arena mientras la apretaba con los dedos de mis descalzos pies mientras las olas subían y bajaban. Así, a lo lejos vi un destello, pero... estaba en el agua. No me iba a meter al mar de noche, es algo a lo que le tengo cierta fobia, así que decidí pararme en el muelle y observar.


Intentaba ver por todos lados, pero no lo encontraba, luego vi algo que subía del fondo del mar, la luz se hacía cada vez un poquito más grande y de la nada salió una botella muy inusual. Tenía forma de caracola, era de vidrio transparente y tenía algo por dentro ¿Esto era lo que alumbraba? Adentro había un papel que tenía como título Pueblito viejo. Era una canción, dedicada a la luna, casi como un poema. Decía así:


“Lunita consentida colgada del cielo

Como un farolito que puso mi Dios

Para que alumbraras las noches calladas

De este pueblo viejo de mi corazón”


Mientras leía esto las olas se coordinaron y se escuchaba una hermosa melodía en el fondo, como si el mar lo tarareara. Estaba perdida ¿Qué estaba pasando? Al final tenía en una letra chiquitita en la que se leía, “Para mi lucero”.


Tal vez le entró un poco de aire y la botella comenzó a flotar, tal vez estaba atorada en el fondo del mar y vino a mí, o podía ser un mensaje de amor que nunca llegó a su amada. Mientras me hundía en mis pensamientos me gritó mi madre, era hora de volver a casa, pero aún estaba muy desconcertada.


Tenía un sentimiento vibrante en el pecho, que me decía que volviera para llenar ese vacío. Al tiempo pensé en llevarme la botella, pero decidí devolvérsela al mar, así tal vez otra afortunada persona se encontrara este hermoso y tierno poema.


Volví al otro día preparada con una linterna. Antes de sentarme en la arena escuché como si algo cayera al agua, algo inusual porque no hay manera de que alguien tiré algo sin yo verlo, prendí mi linterna y ahí estaba ¡algo estaba alumbrando! Fui corriendo pensando que tal vez lo podría agarrar si me hacía en el borde del muelle. ¡Y no! Mis brazos no llegaban tan lejos, se podía ver como la profundidad del mar con su oscuridad se comía el destello de luz que quedaba.


Al siguiente día estaba muerta de ganas por ir, pero no podía salir hasta terminar mis deberes y estuve toda la noche terminándolos. La noche siguiente decidí llegar temprano y de las pocas veces que he ido, siempre hay algo que me evita ver de dónde cae. Estaba poniéndole las baterías a mi linterna y sonó *plop*. El sonido de algo que cae al agua. Fui corriendo a ver que era y este también brillaba. Cogí la red que usamos en mi casa para limpiar la piscina y saqué el objeto luminoso, era otra botella. Decidí abrirla y me encontré con algo muy similar a la vez pasada.


Una nota con un título que decía,

“Nadie más que yo”


Un poema, tal vez, muy lindo decía algo así:




“Océanos en calma se harán en noches largas

No habrá nadie que te quiera más que yo


No habrá nadie que te quiera más que yo

Dentro y fuera de esta tierra como yo

Puede ser que no lo veas o tal vez que no lo creas

Bien lo sabe dios que en el mundo del amor

No habrá nadie que te quiera más que yo”


Y al final decía,


“Para mi hermoso azul”


¿De dónde llegaban todas estas cartas y porque alumbraban? Sin saber que hacer tiré la botella de vuelta al mar y se hundió en las profundidades.


A medida que fue pasando el tiempo pude ver como las cartas venían y se iban. Un día unas flotaban y el otro caían del cielo, aun no sé cómo y siempre tienen la misma temática, el día que flotaban habla de la luna y cuando caían hablaban del mar.


Intenté no perderme ninguna carta, pero un día una botella muy luminosa apareció. No sé si floto o cayó. Como no la alcancé a agarrar no me quedó de otra que meterme al mar. Nunca había visto ninguna de estas botellas alumbrar tanto. Salté y agarré la luz, pero eso solo lo hizo peor, al momento de tener la botella en mis manos se hundía con más fuerza y me jalaba hacia adentro del mar mientras las olas se hacían más fuertes. No me rendí, hasta que me agarré del poste del muelle con todas mis fuerzas hasta que el mar se calmó y logré salí casi sin aire.


Al leer la carta decía algo así


“Hoy decidí no escribir ni un poema ni una canción hoy te vengo a decir mi fiel lucero, que alumbra mis noches, mi hermosa luna lo mucho que te quiero y te deseo."


Con Cariño azul, el mar.


Desde ahí comprendí porque el mar no quería que leyera su carta, desde ahí comprendí porque caen botellas del cielo, desde ese día veo como caen botellas con luz del cielo y como salen del fondo del mar y así apreciarlo desde lejos. Porque desde ese día entendí que el mar y la luna se enamoraron.

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