EL ESPEJO TRANSPARENTE
- Jacobo Montero
- 19 sept 2020
- 8 Min. de lectura

Ilustración de Natalia Posada
11:50 am.
Miguel Ángel Hernández García, un niño de 9 años con Trastorno del espectro Autista (TEA) cuenta en su mente los días que faltan para que por fin termine “esta tortura a la que llaman colegio”, según él. Aunque este ha sido un año difícil para él, cuenta con la esperanza de que todo lo que se ha esforzado, especialmente esta vez, por fin rinda frutos. Su madre, Diomar Suleiny García, tuvo que ir a un control médico que, sorprendentemente, la EPS había cubierto. Todo el día estuvo haciendo filas para poder hacerse los exámenes que el médico general Jesús Restrepo le había pedido, pero tanta espera estaba volviendo loca a Diomar.
1:30 pm.
2 ventanas, 27 escritorios, 5 lámparas con dos bombillos cada una, 35 baldosas...
Miguel Ángel estaba desesperado porque se terminará la jornada escolar, y contar las cosas que había en el espacio en el que estaba, lo relajaba, y mataba el tiempo.
Mientras tanto, su madre estaba comprando algo de comer, tantos exámenes daban algo de hambre. Pero hubo una llamada repentina del doctor Jesús, aparentemente ya habían llegado los exámenes. Era algo muy extraño, y casi imposible, Diomar se había realizado los exámenes hace unas pocas horas, y ¿ya estaban donde su médico?
- Diomar, vamos a tener que hacerle un examen con el que podamos darnos cuenta si tiene que enfermedad neurológica tiene, ya que hay anomalías en la ecografía, que demuestran que hay algo ahí. Voy a agendarlo para mañana, es un electromiograma, -afirmó el doctor Jesús.
Diomar sintió un vacío en el corazón, como la vez en que le dijeron que su padre había muerto en un tiroteo.
No seas imbécil, no llores, pensaba.
- Claro, hemm, solo llámeme y ahí cuadramos, tenga un buen día doctor-, dijo la mamá de Miguel Ángel tratando de salir lo más rápido posible. Sabía que necesitaba algo de tiempo para procesar lo que le habían informado. Podía ser un tumor, o una sombra en el examen.
Siempre será mejor saber, a solo suponer, recordaba que su padre le decía cuando era pequeña.
No seas imbécil, no llores, pensaba.
2:30
Por fin, el timbre que le daba el permiso a los estudiantes de salir de la escuela Liceo de las Sonrisas al mundo verdadero, era el momento que todos los niños esperaban. Miguel Ángel sintió un descanso, como si se estuviera en vacaciones de navidad, cuando su madre, con lo poco que le quedaba, le compraba un regalo. Ella, trabajaba llevando cajas de la Distribuidora Los Mayoristas En Bisutería S A S , a los camiones que llevaban diferente bisutería a todo el país. El trabajo de la madre de Miguel Ángel, era un “trabajo para hombres”, pero Diomar nunca terminó el bachillerato. No tenía títulos, pregrados, maestrías o doctorados. Diomar Suleiny solo sabía usar sus manos. Además, tenía un encanto propio, que fascinaba a la gente, y casi lograba hacer que la gente hiciera cosas por ella. Era como un poder.
Miguel Ángel, salió de la escuela hacia su casa, que quedaba algo lejos, y si somos más específicos, en Terrón Colorado, cerca del kilómetro 18, un lugar con unas muy bajas temperaturas.
- Migue recuerda, coges la E21 - P52D - P72, esos son los que te llevan a la plaza Caycedo, después, solo tiene que caminar por la ruta del rio que ya conoces.
Le repetía a Miguel Ángel su madre.
Ese es, haz algo Miguel levanta la mano, hmmm ¿Qué hago?
Vamos, no seas un niño pequeño, y aún más importante, no seas un idiota. Solo tienes que levantar la mano. Se va a ir. P72, P72, P72, P72...
- ¿Qué más mijo?, ¿cómo vas? Era don Carlos, el conductor del mío que ya conocía a Miguel, sabía que tal vez a veces no levantara la mano, pero doña Diomar ya le había explicado que tenía autismo, y que a veces se quedaba dándole vueltas en su cabeza a cosas tan simples como levantar la mano para que el bus parara.
5:30 pm.
Miguel ya había llegado a su casa, y rápidamente busco unas margaritas para comer, el hambre lo estaba matando. Diomar se iba a demorar un tiempo en llegar, porque, aunque había pedido el día libre en su trabajo para exámenes médicos, ella quería tener un tiempo a solas. Cuando el autismo y la pobreza se juntan, el resultado en Diomar es un estrés y ansiedad tan grande, que a veces tiene crisis en las que llora interminablemente en el baño. Su excusa para Miguel es:
- Migue, angelito voy al baño un segundo, sabes que mamá tiene un estomago débil.
No sabía porque le pasaban esas crisis, pero tenía que aprender a controlarlas después de 9 años.
Pasó una semana desde que Diomar se hizo los exámenes, tuvo que ir al consultorio del doctor Jesús. Cuando cruzo esa puerta no sabía si esperar lo mejor o lo peor, pero al ver la cara del doctor Jesús lo supo.
Espera lo peor.
- Diomar, que placer verla-, dijo el médico.
- Lo mismo digo, doctor.
Hubo un silencio estremecedor en la habitación por un minuto, y después, Diomar rompió el silencio.
- Bueno doctor, yo pedí permiso en el trabajo, pero tampoco me puedo ir tanto porque luego piensan que me volé.
Hubo un intercambio de risas, pero cuando se apagaron las voces, el doctor le dio los resultados.
- Bueno doña Diomar, en su Electromiograma encontramos una anomalía, y aparentemente, usted tiene esclerosis lateral amiotrófica. Esta es una enfermedad que ataca el sistema nervioso, y hace que sus músculos se vayan debilitando poco a poco.
Diomar trató de poner la cara más neutra que pudo, pero las lágrimas fueron inevitables.
- ¿Tratamientos? -, preguntó Diomar, con la voz más paralizada, decepcionada y asustada que el doctor Jesús había escuchado, y tal vez por eso le costó tanto, esta vez específicamente decirlo:
- No.
Diomar no lo resistió, y rompió en llanto como si no hubiera un mañana.
El doctor, por primera vez en toda su carrera médica, se paró de su escritorio a abrazar a su paciente, quien no lloraba de tristeza, sino de decepción.
Esto jamás hubiera pasado si no hubieras sido una perra Diomar, no mereces vivir. Eres una estúpida por creer en ese hombre, que lo único que te dejo fue un niño al que amas, y darías tu vida por él, pero también te arruino la vida. Esto te pasa por ser una maldita zorra, pensó.
El doctor Jesús era muy bueno leyendo rostros, y percibió que su paciente se sentía culpable, por lo que le dijo.
- Diomar recuerde que las causas de esta enfermedad son totalmente desconocidas.
- Lo sé, doctor, lo sé.
Los días pasaron, y Diomar estaba cada vez peor, su hijo, Miguel Ángel, estaba confundido, pero un día, algo totalmente extraordinario pasó.
Una de las cosas favoritas de Miguel Ángel, era estar con su amigo Sergio. Los dos se conocían desde que Miguel Ángel era pequeño, porque Sergio era unos años mayor que él. Pero, desde hace unos meses, había estado más distante, como si ya no quisiera estar con Miguel más. Miguel Ángel quería contarle a su madre, para que él supiera que hacer, porque Miguel y su madre se contaban todo, pero el 19 de agosto de hacía tres años, Sergio le había dicho que no le contara a su madre en ninguna circunstancia que se estaban viendo, por lo que Miguel le decía a su madre que iba al parque, cuando en realidad iba a hablar con Sergio.
Mientras pasaban los días, Miguel se hacía más débil, no podía ocultarle algo que le estaba molestando tanto a su madre, y cuando no aguanto más, lo tuvo que sacar.
- Mami, te tengo que contar algo, pero no digas nada hasta que termine.
La madre de miguel Ángel, estaba algo confundida, pero asintió con la cabeza.
- Es que, desde hace un tiempo no voy al parque, estoy jugando con Sergio
- ¿Qué?
Diomar estaba impactada.
- ¡Te dije que no me interrumpieras! -, exclamó Miguel Ángel. Su madre hizo silencio, y Miguel siguió.
- Él dijo que no te dijera, pero simplemente necesitaba contártelo porque él se está portando raro y yo no quiero que deje de ser mi amigo y…
- ¡SILENCIO! -, exclamó la madre de Miguel Ángel. él, solo la miró sorprendido por lo enfadada que estaba.
- Vámonos al hospital, dijo su madre con lágrimas en los ojos.
En el hospital San Juan de Dios, un doctor de unos sesenta años atendió a Miguel Ángel, quien no parecía tener ningún síntoma de nada hasta que la madre le explicó al doctor lo que pasaba.
- Él me dijo que por las tardes iba a jugar con su amigo Sergio -, le explico Diomar.
- ¿Y vino hasta aquí por eso? Cuál es el problema de que el niño juegue con sus amigos, exclamó el doctor.
- El problema doctor, es que a su amigo Sergio lo mataron hace tres años a unas tres cuadras de donde vivimos, él estaba saliendo de mi casa de jugar con mi hijo y “traque”, lo mataron.
El doctor analizó unos segundos lo que había pasado, y fue a hablar con el niño.
- Hola hijito, ¿cómo te va?
- Las luces, tienen mucha intensidad. Quiero salir de aquí -, respondió el niño.
El doctor fue a hablar con la madre, y le pregunto que tenían que ver las luces. Ella le dijo entonces que Miguel Ángel tenía autismo, que el ruido y las luces muy fuertes le molestaban demasiado, que tratara de ser sutil.
El doctor volvió a la habitación del niño, y le preguntó.
- Hijo, ¿has tenido charlas con tu amigo Sergio desde que tu mamá te trajo al hospital?
- No señor
- Y, te has percatado de que después de tres años, Sergio no ha crecido ni un poquitín, - dijo él, tratando de decirle de una manera amigable que estaba alucinando, y ese era un argumento del por qué.
- Él dijo que tenía problemas de crecimiento, respondió Miguel Ángel, con cara de no entender a que venía la pregunta.
Después de eso, Miguel Ángel estuvo tres días más en el hospital, le hicieron dos exámenes con nombres que él no lograba entender. Y mientras tanto, su madre preocupada pensaba en que esto no lo iba a pagar la EPS por ninguna circunstancia.
Pero después de tanta espera, el doctor llego a la habitación.
- Bueno Miguel, después de revisar tus exámenes, creo que les tengo unas malas noticias.
Miguel miró a su madre, y su madre lo miró a él.
- Miguel, te hemos diagnosticado esquizofrenia.
Miguel no entendía que era su palabra, pero por la reacción de su madre, dedujo que no era algo bueno. Los dos se abrazaron y su madre lloró.
- Pero, ¿por qué?, nunca me he sentido enfermo.
- Estás enfermo -, le respondió su madre. Luego añadió, - A Sergio lo mataron hace tres años el 19 de agosto. Ya no está en este mundo, se fue Miguel, ¡se fue!
Cuando se abrazaron, Miguel la escuchó decir Jairo en un volumen muy bajo, pero ese nombre retumbó en su cabeza toda la tarde.
Cuando la noche estaba llegando, Miguel tuvo el coraje para preguntarle a su madre quién era Jairo, a ella se le aguaron los ojos, y dijo.
- Tú, tu, tu padre se llamaba Jairo...
Miguel estaba impactado, su madre jamás había tocado el tema de su padre.
- ¿No dijiste que nos había abandonado?
- Te lo dije porque eras Muy pequeño Miguel, la verdad, es que tu padre también tenía esquizofrenia, y murió en el hospital psiquiátrico de Cali. Él alucinaba con diferentes cosas, y hasta se cortaba. Pero ya duérmete, estas muy pequeño para esas cosas.
A las 8:00 am de la mañana siguiente, Diomar se levantó, pero no vio a su hijo por ningún lado.
Seguro fue al baño, pensó.
Después de una hora, no volvió del baño. Su madre se preocupó tanto, que hizo que cada guardia de seguridad del edificio buscara al niño.
Después de 4 horas de búsqueda, no hubo respuesta. El niño, de alguna manera se había ido a mitad de la noche, y no fue por la puerta principal, porque esta monitoreada todo el tiempo por guardias de seguridad, y los menores de edad no podían salir solos.
De alguna manera, el niño había desaparecido, y no lo pudieron volver a encontrar.
Un par de años después, Diomar murió de una sobredosis de antidepresivos que estaban vencidos, según el señor de la farmacia, “se los vendía más baratos”.
EL FIN
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