Los alumnos del Gimnasio la Colina son algo así como pequeños burócratas impenitentes. Siempre están ocupados. Siempre hay un examen o un torneo o un trabajo que entregar. No tienen tiempo para ver una película o seguir una serie o leer un libro. Al menos eso dicen. De alguna manera el espíritu de la globalización parece haberse apoderado de ellos, siguiendo una única consigna: producir, producir y producir (nadie, tampoco, parece conocer la palabra procrastinar. Pero esa, esa es otra historia.). Por eso, cuando alguien decide escapar de las frías cuadrículas de currículo y emprender un proyecto en el que comprometa a sus compañeros (más de dos, al menos) se convierte en centro de atención.
Laura Romero comenzó su aventura hace casi dos años, sospecho yo, enamorada de La La Land. En su momento habló con el profesor de teatro, Felipe Cortés, y le comentó su idea de hacer un musical. Uno como hace el Jefferson o el Colombo. Mucho baile, mucha música, muchas piruetas, purpurina, luces y cosas así. Tal vez imaginó su nombre en grandes letras de molde en una marquesina y el sonido de la 20 Century Fox abriendo su opera prima. Sin embargo, sospecho también, que su intención fue más sencilla, Laura quería divertirse. Así que en la compañía de Felipe Cortés y del profesor de Metodología (para aligerar un poco el exceso de trabajo, el musical se convirtió en su proyecto de grado), Laura presentó su idea a Ximena Iragorri, quien solo puso una condición: no podía tratarse de una adaptación, debía ser un producto original.
Con la condición de Ximena, la profesora de la portería, Laura se decantó por la idea de hacer un musical tipo jukebox. Es decir, una obra en donde las piezas musicales se adaptan al relato. Con esto en mente y un alegre equipo de trabajo dispuesto, fue construyendo la idea, la trama y seleccionando las canciones de la obra, que, cosas del destino, fueron de Queen. Poco a poco la obra ha ido tomando forma, adquiriendo de paso la colaboración de profesores y egresados (algunos en la música, otros actuando). Mientras tanto, Laura, con una sonrisa en los labios, habla con sus compañeros, con los profesores, muestra sus avances, sus dudas, sus sueños (ha soñado con piojos y un ejército de zombies), todo esto mientras se acerca la fecha de lanzamiento de la obra (cuenta la leyenda que será el 14 de junio).
Hasta ahora Laura ha cumplido con el ICFES, la presentación de su trabajo de grado (que se centró en el libreto, no en la presentación de la obra, y que ha causado muchos comentarios), no ha tenido que recuperar matemáticas, y continúa buscando profesores que acompañen los ensayos del grupo. Hasta ahora, la sonrisa maniática en su rostro no ha disminuido un ápice.
No puedo hablar de la obra hasta el momento. No solo porque de ella solo se conoce el libreto y las canciones, sino porque no quiero dañar el halo de misterio que aún la rodea, llamando la atención de alumnos, docentes y egresados. Lo que sí puedo decir es que hasta ahora Laura ha triunfado: en una institución donde todos dicen que están ocupados, un grupo de niños, jóvenes y docentes, han hecho espacio para soñar, para construir un musical y también, sospecho yo, para divertirse.