Imagen: GETTY
Guerrillo, guerrillo; paraco, paraco, sentí que decía una voz mientras un enfermero traía un nuevo cuerpo a la morgue. No había tenido ningún descanso en las últimas horas y mi instinto me decía que probablemente iba ser lo mismo. Espanté de nuevo el gato que llevaba merodeando la última hora y procedí a etiquetar el cuerpo que acababa de llegar y a hacerle una autopsia lo más rápido posible. Lo puse bajo las luces, le quité la sabana que lo cubría y lo observé con atención. Era la enésima vez que me sorprendía en este último turno. De nuevo encontraba el cuerpo de un hombre trigueño de 1.75 cms de estatura, con una barba probablemente de tres o cuatro días y con un disparó que entraba en la boca y salida por el occipucio. Si no lo supiera imposible, hubiera pensado que se trataba de hermanos o incluso de la misma persona.
Guerrillo, guerrillo; paraco, paraco, volví a oír en un lugar detrás de mí. Me sentí confundido. Estaba solo, la morgue siempre está sola y fría. Miré de nuevo el cuerpo frente a mí y supe que no podía tratarse de una ejecución, pues, aunque había rastros de pólvora en el orificio de entrada ni señal alguna de ataduras en las muñecas. Algo en el rostro del hombre me llevó a descartar, como en los casos anteriores, que se tratase de un suicidio. No había mucho que añadir. Me sentí repitiendo una tarea hecha ene veces con anterioridad, y procedí a seguir con la mujer que me acababan de traer, ejecutada con un disparo en la frente.
Guerrillo, guerrillo; paraco, paraco, volví a oír que decía, esta vez en algún lugar cerca del suelo, luego el maullido del gato. Me estoy enloqueciendo, pensé. Y no era la primera vez que lo hacía, los turnos eran cada vez más aturdidores y con mayor razón al ser el único forense en el pueblo. Aunque a esta altura me sentía más trabajador de una fábrica que médico. Un nuevo cuerpo, esta vez un niño muerto a machetazos.
Guerrillo, guerrillo; paraco, paraco, volví a oír que decía alguien y en esta oportunidad reconocí mi voz. No tuve tiempo de saber quien trajo el cuerpo esta vez, en cambió me volví a encontrar con el cuerpo de un hombre trigueño de 1.75 cms de estatura, con una barba probablemente de tres o cuatro días y con un disparó que entraba en la boca y salida por el occipucio. ¿Qué es esto?, pensé, ¿cuánto tiempo llevó haciendo esto?
Guerrillo, guerrillo; paraco, paraco, encontré que estaba diciendo por lo bajo. Volví a mirar con detenimiento el rostro del hombre en la camilla frente a mí. Por primera vez en mucho tiempo volteé a ver la pila de cadáveres que me rodeaba, los cientos de miles de cuerpos apilados unos sobre otros, en todas las posiciones posibles. Solo entonces recordé que el de la camilla era yo, que había sido el único forense de un pueblo olvidado de la mano de Dios, y que mi única labor había sido declarar si el cuerpo que me entregaban era de un guerrillero o de un paramilitar.
Nadie puede soportar con honor esa labor por tanto tiempo. No si hay un arma cerca de él.
Backstage
Escribir un cuento nunca es fácil. Requiere de una labor de intensidad y control, si le creemos a autores como Cortázar, Bosch o Benedetti. Este cuento nación de un pequeño ejercicio, el primero de varios, que consistió en pedirles a nuestros seguidores de Instagram que nos dieran cinco palabras para realizar una historia. Salieron palabras tan variadas como raigambre, pandre, hermenéutica o aborto. Entre la lista de 16 palabras que se hicieron, Daniel Sprintis eligió: paraco, occipucio, honor, intuición y merodeó. Las eligió porque le pareció que no tenían mucha relación entre sí.
La primera versión del relato quería extenderse unas tres o cuatro páginas; pero si el cuento requiere control e intensidad, estas tenían que ser recortadas. Así que si al principio se decía que el personaje principal estaba en determinado hospital y que llevaba 6 meses de trabajo en una morgue y que afuera estallaba una tormenta, esos detalles se eliminaron en la segunda versión porque no eran necesarios (así como el adverbio terminando en mente que casi escribo).
En la tercera versión se eliminaron referencias temporales como número de días o el lugar de entrada del disparo. Se hizo necesario también aclarar que la entrada de la bala era por la boca, aunque se descartaba el suicidio. Quizá con mayor número de revisiones el cuento pudiera ser mejor, sin embargo, como es común el tiempo apremia y debía ser publicado el viernes para cumplir con la meta que el ejercicio había propuesto.
Si te gustó el cuento, te pedimos el favor de compartirlo en la red o comentarlo en nuestras redes sociales. Si no te gustó, por favor háznoslo saber también. Esperamos mejorar en nuestro próximo ejercicio.