Escrito por Nicholas Meyer
Publicado por Círculo de lectores
Disponible en la Biblioteca Rosario Casas
En un inicio se desconocía el efecto nocivo de la cocaína. De hecho, su nacimiento tuvo que ver con su uso para abandonar la dependencia de la morfina. Incluso, Sigmund Freud empleó la cocaína con objetivos terapéuticos llegando a escribir en alguna carta a su novia que era un hombre pleno y dispuesto, “lleno de cocaína para ti”. Por supuesto, la historia se encargaría de mostrar que su uso era nefasto y sus efectos terribles.
La influencia llegaría a la literatura, y uno de sus personajes más famosos, Sherlock Holmes emplearía la cocaína en la obra El signo de los cuatro, bajo la mirada enjuiciadora de Watson. Por supuesto, con el tiempo esto se convertiría en una característica negativa del personaje, y, de hecho, es solo un aspecto secundario bajo el enorme peso de su inteligencia.
Sin embargo, para un lector contemporáneo este rasgo no pasa desapercibido. Es así, como en 1974, un seguidor de la obra de Conan Doyle, se pregunta qué pasaría si Holmes hubiese conocido al padre del psicoanálisis Sigmund Freud (como dato curioso hay que señalar que Conan Doyle y Freud sí se conocieron en la vida real), y cómo este le ayudaría a abandonar el empleo de la droga. El resultado es Elemental, mi querido Freud.
En la obra de Meyer asistimos a un Sherlock Holmes completamente adicto, incapaz de reconocer el perjuicio que la droga le ha traído, incapaz de diferenciar la ficción de la realidad. Ante esto, su fiel amigo Watson tendrá que recurrir a los fantasmas del detective para llevarlo ante Freud para que le ayudé a abandonar la cocaína. Por supuesto, el encuentro de intelectos es más que apasionante.
En Elemental, mi querido Freud asistimos como en ninguna otra novela a la desnudez del alma de Holmes, recorremos sus traumas y demonios, sus miedos y también sus facetas más humanas y mezquinas. El resultado es un libro amable, divertido, inteligente y muy amable. Un libro agradable para pasar más de una tarde.