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LA LUNA Y EL SOL (Final)

CANTO V: El escape.

Ilustración de Daniela Puerto

Guerrearon desde el principio de los tiempos. La vida fue una batalla constante para los gifty desde que abrieran los ojos por vez primera. Los maklind los odiaron porque no los comprendían, pusieron precio a sus cabezas y a sus alas para hacer artesanías y vender souvenirs. Los gifty se defendieron escapándose de las ciudades y escondiéndose en lo profundo de los bosques y las selvas. Se sabían perseguidos, odiados, cazados. Así que se quedaron sobre los árboles y en las ruinas de antiguas ciudades, retornaron a su origen, redescubrieron Taz-Nel y cantaron sus cantos y tuvieron sus hijos y tejieron sus vidas como quien teje un nido, y poco a poco, con sueños no soñados por Eyanael, sueños limpios, prístinos, caóticos, sin planeación, sin esperanza alguna, comenzaron a urdir los relatos de sus héroes y sus delirios; soñaron hacia atrás y hacia adelante en el cielo; cantaron las canciones de Armún y Nilkar y cantaron el momento en el que ambos se unirían por vez primera, y cantaron el momento en que las sombras se adueñarían de la tierra, la tierra de gifty y de maklind, y entonces, desde ese momento, cuando un maklind se ofreciera de forma voluntaria ante los gifty bajo la luz agonizante de Armún siendo ocultada por Nilkar, los gifty podrían salir de sus escondites, bajo las sombras de los árboles, bajo las sombras de las ruinas, bajo las sombras de la tierra, y tener un lugar sobre la tierra, pelear de igual a igual contra los maklind y derrotarlos por fin. Hubo un tiempo en que los maklind prosperaron y los gifty habitaban la oscuridad, vendría otro tiempo donde los maklind se marchitarían y los gifty prosperarían. En eso pensaba Keyza mientras volaba hacia el centro de Taz-Nel, en algún momento un maklind sería sacrificado por un gifty, pero no sería ahora, pero no sería él.


La lluvia amainaba, y los gifty viendo volar a Keyza supusieron que era la hora del sacrificio, y se dirigieron también al lugar del sacrificio. Uno, de entre todos ellos, tenía un cuchillo de pedernal en las manos. Uno, de entre todos ellos llevaba un cuenco para el sacrificio. Uno, de entre todos ellos llevaba un garrote por si la presa recordaba que era un cazador. Uno de ellos llevaba una espada que lucía como un poco más que una lata oxidada. Sobre ellos, Nilkar comenzaba a acercarse a Armún.


Él era una cosa maltrecha en el centro de Taz-Nel. De hecho, por lo que sabía, estaba en el centro de ninguna parte. No veía nada, tan solo escuchaba el aleteo de lo que parecían un millón de aves gigantescas dirigiéndose hacia él. No importaba, pensó, al fin y al cabo desde que la había dejado ya no importaba nada. Pero ella estaba ahí ahora. Sentía que algo había aterrizado cerca de él. Sus ojos estaban cerrados a causa de los golpes y sentía rotas algunas costillas, pero algo sintió, un olor a dalia y albahaca. El olor de ella. El olor de la gifty, de su antigua presa. Se obligó a alzarse.


Keyza, dijo alguien. Con una voz que era casi un graznido. Luego algo que sonó como un improperio, una orden, un insulto. Luego una respuesta. Una negación simple y clara en cualquier idioma. Mientras tanto el cielo oscurecía.


¿Cómo terminaba la profecía?, se preguntaba Keyza cuando una mano se agarró a la suya. Las chispas saltaron entre ellos. En el cielo Nilkar se interponía con lentitud a Armún y la tierra iba quedando en tinieblas. Alguien gritó algo, Keyza respondió con un desafío. Andor sintió que el número de gritos aumentaba, luego un golpe de espada, dos y sus manos fueron liberadas. Alguien lanzó algo que fue a dar cerca de su cabeza y se quebró contra un poste de madera. Armas fueron esgrimidas y derrotadas a golpe de espada. Sangre fue vertida. Sin saber que más hacer la gifty aferró al maklind y se fundieron en un solo abrazo, en un solo ser. Ella la espada al cielo y un único rayo de Armún golpeó la hoja que brillo con una luz casi propia mientras enceguecía a todos a su alrededor. Hubo el sonido de unos aletazos, y luego nada. Se desvanecieron. Al menos eso cuentan los que saber.


Los gifty esperamos desde entonces el regreso de la Luna y el Sol, el momento en que un nuevo mañana se alce tanto para los gifty como para los maklind.


Backstage:

A.G.: Este es mi último cuento para Viceversa. Eso creo. Ha sido un esfuerzo muy grande, con el que no me siento bien recompensado. Diego se burla de mí. Dice que antes de cualquier triunfo recibiré muchos talones de rechazo. Seguiré escribiendo (Diego insiste que hay que revisar todo el cuento y reescribirlo), pero por ahora no publicaré nada. A todos: Muchas gracias por haberme leído hasta aquí.


Diego Marín: A.G. ha imaginado un mundo vasto y magnífico. Un gran setting. Sin embargo, La Luna y el Sol, La leyenda de Andor y Keyza, no es un cuento terminado. A duras penas es un vómito, es decir la primera idea tal y cómo es concebida. Un mero primer borrador. De hecho con muchos errores. En este último capítulo, por ejemplo, nos dimos cuenta que nos faltó una información importante en el canto III, este último capítulo necesita una revisión completa del ritmo. Y con todo, creo que funciona. Creo que ustedes lo han podido disfrutar. A. G. quiere despedirse, yo espero convencerlo para revisar todo el cuento y publicarlo completo. Ya veremos que sucede.

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