Fotografía: Daniela Puerto
Escrito e ilustrado por María Villa
Publicado por Editorial Tragaluz
Disponible en la Biblioteca Rosario Casas
Libro álbum
Nos protegemos. Es innegable. Nos protegemos de la lluvia, del colesterol; nos protegemos de perder un examen, de perder el amor de nuestros padres; nos protegemos de nuestros sentimientos, nos protegemos del amor, del desamor; nos protegemos de las bacterias y de probar cosas que desconocemos. Todo el tiempo nos protegemos, y entre más nos protegemos más fuertes nos sentimos, a tal punto que quien más protegido está tiene la impresión de ser más fuerte. Tan protegidos llegamos a estar que dejamos de sentir.
Paraguas es un libro precioso que busca dejarnos al descubierto, y lo hace trabajando en dos líneas. En la primera reflexiona acerca de los paraguas y su vida útil. Paraguas, los más insulsos de todos los objetos. Incluso, a veces nos parecen más dignos de atención los palillos para comer sushi. Paraguas, esos objetos a los que acudimos solo cuando llueven y luego son olvidados en cualquier parte y tirados cuando dejan de servir. La segunda línea que trabaja el libro es la gráfica. Tienes que detenerte en ella. Los dibujos que exhibe son cotidianos pero preciosos, y es ahí donde está la magia, porque en un salto de página te funde la idea de los paraguas con la de los pájaros, y es en ese momento cuando entiendes que el autor no está haciendo referencias a paraguas o a pájaros sino a otra cosa, una cosa tierna que late y tiene vida propia y habita en el interior de cada uno de nosotros.
No es un libro largo. Así que esa no es una excusa que sirva aquí. Te demorarás a lo sumo cinco o siete minutos en pasear tus ojos por las páginas, las letras y las líneas. Cinco o siete minutos. Si eres muy lento o distraído pueden ser incluso diez. Pero si observas con atención, si están atento, con la mirada fija como el cazador, con la mirada atenta de un buen fotógrafo, entonces podrás encontrar la maravilla, podrás encontrar que el libro susurra algo a la izquierda de tu pecho, justo a esa criatura frágil que se encuentra encerrada tras las rejas de tus costillas, esa criatura que no ha olvidado, que no sabe cómo olvidar, lo que es amar al otro, amar al prójimo.